Un movimiento del rostro, una dirección de la mirada que acompaña la historia del animal erecto, del hombre que es consciente del espacio, de su cuerpo en el espacio. No existe señal alguna que le indique la dirección, ningún aprendizaje -mediación de signo alguno- lo determina y guía. Lo recuerda Agustín en su De Magistro: mirar al cielo, conocer el cielo, es un acto que no pasa a través de aprendizaje alguno.
Noche de primavera, Cornellà 2011 |